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Star Ocean- The Divine Force – Análisis

Aunque Star Ocean es una de las series veteranas de Square Enix, se acerca a su 30º aniversario, no ha logrado despegar al nivel de otras licencias de la compañía. En Occidente vivió una de sus mejores épocas a mediados de los 2000, cuando PSP recibió First Departure, Second Evolution y las consolas domésticas Star Ocean: The Last Hope –remasterizado en 2017-. Pero la dispersión de las entregas en el tiempo, la calidad irregular y la fría recepción de Star Ocean: Integrity and Faithlessness, por ser suaves, dejaron la saga tocada.

Seis años después de Integrity and Faithlessness y el juego para móviles Star Ocean: Anamnesis nos llega un nuevo capítulo original. Star Ocean: The Divine Force quiere recuperar la confianza de los fans y aportar algunas mecánicas influenciadas por las tendencias actuales, no con una revolución pero sí al menos para dar un paso adelante que sacuda el gameplay de sus predecesores todo lo posible dentro de las limitaciones técnicas y de presupuesto que todavía afectan a la saga.

Surcando un mar de estrellas

The Divine Force comienza con la selección del protagonista que nos dará la perspectiva a esta historia, algo que ya vimos en Second Story. Desde los ojos de Raymond seremos testigos de cómo un grupo de personajes es atacado cuando viaja en nave espacial, y forzados a una huida de emergencia, el joven llega con su cápsula a un misterioso planeta con una civilización de conocimientos tecnológicos más atrasados.

No es extraño por tanto que la princesa Laeticia y su protector Albaird se sorprendan por la nave o el dispositivo de comunicación. En cambio, para Laeticia, su comienzo es investigar qué esa especie de estrella fugaz que ha caído en la zona. En resumen, un choque de culturas que no impedirá forjar una alianza que va más allá de encontrar a los compañeros de Raymond.

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La trama general no difiere mucho entre uno y otro, pero habrá momentos en los que estos personajes separen sus caminos –y por tanto, los eventos-. Hay tópicos y guiños a pasados juegos –sin que sea necesario jugar a anteriores Star Ocean-, pero esta historia mantiene el interés, y al igual que otros apartados de The Divine Force, logra el aprobado. Dedicando tiempo a los compañeros con las Private Actions comprobaremos que no son tan unidimensionales como aparentan, aunque esta es una tarea opcional que amplía las 30 o 40 horas de partida –existe un minijuego de tablero al que engancharse y ampliar este tiempo-, sin olvidar que las dos historias animan a una segunda vuelta.

Como cabía esperar, hablamos de un RPG de acción en tiempo real, bastante rápido nos atrevemos a decir. Los enemigos pueblan el escenario y entrar en contacto con ellos se activa la batalla, pero transcurre en el mismo entorno y en la mayoría de ocasiones podemos escapar alejándonos del combate con facilidad. El sistema limita un poco nuestros ataques para que no se convierta en un hack´n slash puro, lo que significa que podemos conectar golpes para crear combos, pero el indicador AP se consume rápido y eso nos obliga a retroceder, cambiar el ritmo o, si lo deseamos, pasar al manejo de un aliado para ir aprovechando distintas estrategias; esquivar con precisión también es beneficioso. Luego, la variedad de miembros del grupo –la joven especializada en curaciones, el guerrero orientado a contraataques, otro para mantener distancias- evita que caigamos en la monotonía de los protagonistas, equilibrados pero demasiado tradicionales.

Tomado así, The Divine Force no hace nada especialmente original ni mejor que la competencia –un ejemplo similar podría ser la serie Tales of, y no por casualidad, ya que Star Ocean fue un proyecto de exempleados descontentos con el desarrollo de Tales of Phantasia-. Pero hay un ingrediente que con razón ha sido el punto más comentado desde su anuncio y que transforma el combate y la exploración.

Casi al inicio de la aventura se nos da acceso a D.U.M.A., un pequeño robot flotante con varios usos dentro y fuera de la acción que básicamente actúa de jetpack. Si hablamos del combate, a toda la serie de técnicas clásicas y combos, se añaden sus habilidades defensivas –reducción de daño- y la opción de realizar vuelos por la zona, embestidas, perseguir a enemigos aéreos o puntos débiles en criaturas de gran tamaño, siempre y cuando mantengamos su energía disponible. Además de la personalización de los personajes –equipamiento, habilidades- el robot también se puede ir mejorando para personalizar nuestro estilo de combate. Esta mecánica abre posibilidad a confundir enemigos si pulsamos una dirección durante el vuelo y ataques que el combate tradicional a pie no ofrecía: es una mejora sensible respecto a anteriores Star Ocean, aunque hace las batallas todavía más caóticas de lo que suelen ser. Por suerte, existe una pausa en la que gestionar objetivos, cambiar personaje o usar objetos que te dará un respiro.

D.U.M.A. está activo en la exploración, y eso modifica el diseño de los mapas, que ahora son más extensos y verticales. Aquí entra esa influencia a la que nos referíamos, la de dar libertad de movimientos, aunque la ambición esté un poco recortada. Básicamente, se puede volar durante unos instantes para subir a montículos, tejados y otro tipo de estructuras, algo que modifica la colocación de tesoros, cristales y otras recompensas útiles en la creación de objetos, y da una falsa sensación de más apertura. Falsa en el sentido de que no estamos ante un auténtico mundo abierto –los mapas siguen divididos por cargas- y tampoco puedes ir a cualquier punto que veas de la orografía, pero da una escala más épica y grandiosa al planeta.

Esta serie de cambios hace que Star Ocean: The Divine Force parta con una clara ventaja respecto a su predecesor. El combate tiene más posibilidades, incluso si solo exige dominar todas sus características en el nivel de dificultad más alto. Aunque es cierto que el sistema de fijación de objetivos no siempre acierta con lo que más nos interesa, o que los compañeros toman alguna que otra mala decisión –suelen morir bastante contra los jefes-, no se puede negar que D.U.M.A. ha mejorado la experiencia dentro y fuera de los enfrentamientos. ¿Lo suficiente para ser un RPG imprescindible y memorable? No, nunca llega a destapar todo su potencial. Pero la buena noticia es que tiene muchas papeletas para recuperar a parte de los fans que habían quedado desencantados con la trayectoria de la serie.

Un aspecto gráfico irregular

Con un rápido vistazo se aprecia que The Divine Force no es una superproducción, pese a que tri-Ace se ha esforzado por exprimir al máximo sus recursos. Es una lástima que tenga pequeños aspectos interesantes, como el diseño de personajes –detrás se encuentra el veterano artista Akira “akiman” Yasuda- y hay ciertos paisajes bonitos, como los campos donde las montañas recortan la luz del sol, pero en las distancias cortas deja ver sus costuras. Al menos en sistemas modernos da la opción de mostrar un rendimiento casi estable –recomendamos encarecidamente favorecer el framerate-.

Modo calidad a 30 imágenes por segundo.

Una de las críticas más evidentes está en la dirección artística de los personajes, continuista con la saga, pero que no termina de convencernos. Los diseños originales se han trasladado a unos modelos que parecen maniquíes inexpresivos –no tanto como en anteriores juegos, pero casi- rozando el valle inquietante, y las poblaciones carecen de vida, son demasiado artificiales, y luego está salpicado de texturas a baja calidad, una distancia de dibujado que muestra la aparición súbita de vegetación, una interfaz poco atractiva con textos minúsculos… Nada nuevo para una producción AA, no sorprenderá a los jugadores de pasados juegos de tri-Ace y en líneas generales cumple, lo que no quiere decir que exista mucho margen de mejora.

La banda sonora de Motoi Sakuraba, un compositor con una amplísima experiencia –hace nada hemos podido escuchar su música en Valkyrie Elysium o Tales of Arise, y a principios de año vuelve con One Piece Odyssey– que siempre es una garantía; no obstante, este no es uno de sus mejores trabajos. Se da la posibilidad de jugar con voces en inglés y japonés, pero los subtítulos no están traducidos al español, un retroceso si lo comparamos con ciertos episodios anteriores de Star Ocean.

Modo rendimiento a 60 imágenes por segundo.

Conclusiones

Star Ocean: The Divine Force sufre de limitaciones técnicas y artísticas, tarda en aprovechar sus virtudes, y siempre nos vendrá a la memoria algún JRPG reciente más sólido, pero hace gestos positivos por dar un nuevo aire. Una cosa está clara: es más divertido que Integrity and Faithlessness, y sin duda la mayor libertad de movimientos debería ser una mecánica permanente de cara al futuro de Star Ocean. Ojalá no sea necesario esperar mucho para ver una secuela que construya con estos cimientos y devuelva el prestigio a la saga.

Hemos realizado este análisis en su versión de PlayStation 5 con un código que nos ha proporcionado Plaion.